Perfiles criminales y segregación penitenciaria

Las cárceles de nuestro país están atiborradas de delincuentes de distinta estirpe. Desde delincuentes de baja estirpe o de poca monta, hasta delincuentes de mayor compromiso y reincidencia criminal, además de terroristas y avezados criminales del crimen organizado como traficantes, homicidas, secuestradores y sicarios, entre otros.

La delincuencia y el nivel de incidencia del crimen organizado en Chile ha tenido un incremento sin precedentes. Las políticas públicas adoptadas para enfrentar el incremento de la delincuencia como el plan anti-encerronas o el plan calles sin violencia para enfrentar el crimen organizado, parece no tener un resultado efectivo.

En este sentido, es importante considerar que la solución para inhibir o neutralizar el avance del fenómeno criminal se basa en crear una consciencia generalizada sobre el peligro que representa la proliferación de bandas y grupos criminales y terroristas que puedan expandir el control de determinadas zonas geográficas, donde el Estado no es capaz de responder.

La experiencia internacional ha demostrado, que el mejor combate contra la delincuencia y el crimen organizado se inicia a partir de la construcción de grandes recintos penitenciarios, dotados de tecnología, recurso humano y sistema disciplinario estricto, que restrinja al máximo la capacidad de relación de los internos con el mundo exterior.

Las cárceles en Chile debiesen tener la capacidad de segregación de la población penal, por niveles de compromiso delictivo, donde los de mayor compromiso estén absolutamente separados de los primerizos, sobre todo como una forma de protegerlos al sometimiento de los reincidentes o habitué del sistema carcelario. Sin embargo, para ello se requiere de una infraestructura de permita albergar un mayor número de población penal.

Segregación es la fórmula

Es indudable que toda persona que comete un delito tiene el derecho a la reinserción social. Sin embargo, el sistema penal debe tener la capacidad de distinguir entre quienes hacen del delito una forma de vida versus aquellos que por primera vez cometen una infracción, en muchos casos, muy menor.

De lo anterior se desprende la necesidad de crear cárceles de alta seguridad, con sofisticados niveles de control de la población penal, sobre todo, con aquellos internos vinculados a:

  • Crimen organizado
  • Narcotráfico
  • Terrorismo
  • Delincuentes multireincidentes

Es muy importante el control sobre los principales miembros y líderes de grupos, bandas y organizaciones criminales y terroristas que tienen una conexión transnacional, principalmente porque pese a estar detenidos, sus conexiones siguen vigentes. Como hay una estructura de organización, rápidamente los nuevos liderazgos en el exterior toman un rol preponderante y ejecutan las acciones que comandan estos líderes criminales desde el interior de las cárceles. De ahí la importancia del aislamiento absoluto con el mundo exterior.

Para el caso de los delincuentes multireincidentes, entendiendo por ello aquellos delincuentes que son reincidentes una y otra vez en el mismo delito e incluso escalando a delitos mayores o de mayor sanción penal, también son parte de este grupo de perfiles criminales que requieren de una visión estratégica para impedir la impunidad de sus delitos.  

Todos, de alguna forma, constituyen perfiles criminales cuyas posibilidades de reinserción son casi nulas, sobre todo cuando existe un sistema judicial y un sistema penitenciario que en vez de ser una manera de impedir que vuelvan de delinquir, les permite llevar el delito como una forma de vida y de subsistencia.

La guerra contra el delito, el crimen organizado, el narcotráfico y el terrorismo

La efectividad en la guerra contra el delito, el crimen organizado y el terrorismo radica en la capacidad del Estado para neutralizar sus operaciones. Esto implica que el estado debe ser capaz de confinar a los delincuentes y criminales para sacarlos del entorno de operación e impedirles que sigan cometiendo delitos, esa es la lógica. El sistema debe ser capaz de someter a líderes y miembros de estas estructuras en lugares construidos especialmente para impedir su reconexión con el mundo exterior.

Un buen ejemplo de ello ha sido el Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT), la mega cárcel construida en el Salvador que, pese a todas las críticas de sectores progresistas de todo el mundo, ha logrado neutralizar el delito en más del 90%.

Desde la perspectiva estratégica, la construcción del CECOT ha sido un verdadero ejemplo de una lucha real contra el crimen y el terrorismo, donde la supremacía ideológica de “derechos humanos”, queda relegada a una única expresión, el respeto a la vida. A los criminales se le respeta el derecho humano a la vida, esa vida que ellos jamás respetaron de sus víctimas.

Vista aérea del CECOT, El Salvador – Fuente: Wikipedia

Esta guerra contra el delito, desde el punto de vista sociológico, viene a derribar en parte aquellas teorías que plantean que el aumento de cárceles o de las penas, no disminuye el delito. La verdad es que la puesta en escena del CECOT de la mano con una declaración de guerra del Estado hacia el narcotráfico, el crimen organizado y el terrorismo, con políticas de represión y confinamiento de criminales y terroristas, ha hecho que la sensación de seguridad en las personas aumente considerablemente, atraiga la inversión al país y permita al pueblo la reelección del presidente de ese país por un segundo periodo, Nayib Bukele.

En resumen

Chile está entrando en una vorágine de delitos que cada vez lo aleja de su prestigio, un país ejemplo en el continente por su seguridad y bajos niveles de corrupción.

La criminalidad que se ha asentado y ha ido copando los espacios, no tan solo aquellos que gozaban los ciudadanos de bien, sino que, además, los espacios internos que la criminalidad foránea ha estado copando en las cárceles.

Las estructuras penitenciarias en nuestro país requieren de una readaptación a las nuevas formas de criminalidad, pero basadas en una estrategia de confinamiento y de segregación de la población penal, donde las posibilidades de reinserción sean reales para aquellos que tienen un bajo compromiso delictivo y puedan enmendar el rumbo, pero de confinamiento total para aquellos que simplemente tienen un perfil criminal que no cambiará, porque han asumido que el crimen es su forma de vida.  

Sin embargo, la realidad de la criminalidad es multisistémica y requiere también de una mirada estratégica desde la prevención, la investigación, la persecución y la sanción penal. Nada se obtiene, si el sistema pone por encima de las víctimas, el valor de derechos humanos de los criminales.

La mirada tiene que cambiar y se debe asumir que quien transgrede la ley, transgrede los derechos humanos de otros, porque las normas están para cumplirse.

La seguridad de todos depende de que todos cumplan con la ley.

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